Por Marcelo Damiani

Para LA GACETA - BUENOS AIRES

“Te estoy llamando / con la voz / con el cuerpo / con la vida / con todo lo que tengo / y que no tengo / con desesperación / con sed / con llanto / como si fueras aire / y yo me ahogara / como si fueras luz / y me muriera”.

Sólo alguien dueña de una voz poética tan íntima, intensa y descarnada podía escribir así. Sólo alguien llamada Idea podía escribir así. Tal vez ya sea hora de confesar que lo primero que me atrajo de ella fue su nombre. ¿Cómo era posible que alguien, en este mundo tan poco ideal, se llamara Idea? ¿Cómo era posible que a sus padres -o a sus abuelos o parientes, ya que en estos casos nunca se sabe- se les hubiera ocurrido la idea de bautizarla con el fantástico nombre de Idea?  Seguramente esto sólo podía pasar en un país como Uruguay, en una ciudad como Montevideo, a principios del siglo XX.

¿A quién se le habrá ocurrido la idea de llamarla Idea? Un premio para esa persona ya, por favor; aunque sea post mortem. De sólo pensarlo me parece genial. Platón sin duda la hubiera amado a ciegas; platónicamente, por supuesto. Idea debe ser el nombre ideal para cualquier mujer con ideas e ideales (y la poesía es sin duda uno de los más nobles); una mujer con la que uno sólo tendría que relacionarse en términos conceptuales; borgeanamente, si se quiere. Imagino que cualquier otro tipo de relación con ella debe de haber sido problemática, como alguna vez pudo comprobar el mismísimo Onetti. Él le dedicó su mejor libro, Los adioses, ella hizo algo parecido con varios de sus más sentidos poemas, pero al final ambos se separaron. Quizá las dedicatorias ya eran en esa época los verdaderos fantasmas de toda relación sentimental entre escritores. Así, ella pudo idear este terrible estandarte de toda separación:

“Ya no será / ya no / no viviremos juntos / no criaré a tu hijo / no coseré tu ropa / no te tendré de noche / no te besaré al irme / nunca sabrás quién fui / por qué me amaron otros. / No llegaré a saber / por qué ni cómo nunca / ni si era de verdad / lo que dijiste que era / ni quién fuiste / ni qué fui para ti / ni cómo hubiera sido / vivir juntos / querernos / esperarnos /estar. / Ya no soy más que yo / para siempre y tú / ya / no serás para mí / más que tú. / Ya no estás / en un día futuro / no sabré dónde vives / con quién / ni si te acuerdas. / No me abrazarás nunca / como esa noche / nunca. / No volveré a tocarte. / No te veré morir.”

Tal vez no sea casual que Idea se haya ido hace más de 10 años, cuando ya era evidente que vivíamos en un mundo vacío de ideales, y al que no le interesaba ni respetaba ningún tipo de idea. Y mucho menos si era íntima, intensa y descarnada, como debería ser, a fin de cuentas, toda auténtica Idea.

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Marcelo Damiani - Escritor. Su último libro es La distracción.